miércoles, 2 de mayo de 2012

John Taylor Gatto

Estos últimos días he encontrado la obra de un tal Gatto. El tipo, Profesor del Año varios años seguidos en Nueva York, decidió renunciar a la enseñanza en 1991 siendo aún profe del año. Escribió un artículo al Wall Street Journal que publicaron a los pocos días de su renuncia. Se hizo famoso entonces. Os pego la traducción del artículo al final de la entrada. El caso es que, aun siendo sus obras bastante apocalípticas, al menos en lo que hemos visto, a veces razón no le falta. ¿Qué hemos visto? Todo esto...

Los niños americanos están entrenados como auténticos autómatas. Muchos de ellos están tan entrenados para estarse sentaditos que con 7 años no saben casi ni correr. Hoy mismo me decían que aquí es costumbre llevar a los niños en carrito (y lo vimos hace días) hasta que tienen unos 4 años. En Disneyworld puedes alquilar carritos para llevar al niño (y lo hacen). Para el que se niega a estar sentadito hay dos soluciones: iPad o pastillita (el niño es hiperactivo, sabe usté...)

Sin recreo en el colegio, ni plazas cerca de casa, les cuestan mucho las relaciones sociales. En el colegio lo he visto las pocas veces que me he atrevido a jugar con ellos a pañuelo. Se echan a llorar al primer roce o si pierden.

La educación que reciben es de auténtica sardinita: tests de múltiples opciones semanales, caramelos o certificados constantes como premio, listas de honor del director, sociedades nacionales de honores,... Se les entrena en sacar mucho dinero: por llevar vaqueros, para una excursión, por los niños con leucemia, para el planeta, venta de donuts o pizza, galletitas scout o entradas para la función escolar... Se les entrena también en el consumo: comida del McDonalds como premio por hacer los deberes, revistas Time para niños gratis, celebraciones en pizzerías o boleras por haber recaudado mucho dinero,...

Los adultos tampoco se quedan atrás: están programados para consumir televisión a saco; en los eventos deportivos comen todo tipo de mierdas; el drive-through del McDonalds está lleno las 24 horas; están todo el día celebrando fiestas; son expertos compradores de absolutamente todo; en vez de desayunar en casa, prefieren pasar por una cadena de comida rápida y tomar un café y una pieza de bollería; todo el mundo vive a crédito y, aunque no tengan para comer, el iPhone o el iPad no le falta a nadie (hasta los niños de 8 años lo tienen)... La lista en el país del consumismo no tiene final. Aquí hay de todo, para todos, a cualquier hora. Sólo hace falta dinero, mucho dinero ( si hace falta 2 trabajos por persona para pagar todo eso, se tienen).

Así que después de conocer a los americanos, no me extraña que haya críticos como Gatto. Y te hace pensar seriamente si no le faltará razón al hombre y, sobre todo, si en España no estaremos siguiendo el mismo camino que los americanos. Ahí os dejo el artículo para que valoréis las perlas de este señor.

La escolarización gubernativa es la más radical aventura de la historia. Mata la familia al monopolizar la mejor época de la niñez y al enseñar la falta de respeto por el hogar y los padres. El diseño completo del proceso escolar es egipcio, no griego o romano. Proviene de la idea teológica de que el valor humano es una cosa escasa, representada simbólicamente por la estrecha punta de una pirámide.

Esa idea pasó a la historia norteamericana a través de los puritanos. Encontró su representación «científica» en la curva de campana, a lo largo de la cual se distribuye el talento según alguna Ley de Hierro de la Biología. Es una idea religiosa, la Escuela es su Iglesia. Ofrece rituales para mantener la herejía a raya. Suministra documentación para justificar la pirámide celeste.

Sócrates previó que si la enseñanza llegase a ser una profesión formal, algo como esto pasaría. El interés profesional es servido haciendo que parezca difícil lo que es fácil, subordinando el laicado al sacerdocio. La Escuela es un proyecto de empleo, proveedor de contratos y protector del orden social, demasiado vital para permitirse a sí mismo ser «re-formado». Tiene aliados políticos que vigilan su marcha, por eso las reformas vienen y van sin cambiar demasiado. Incluso los reformadores no pueden imaginar la escuela de forma muy diferente.

David aprende a leer a los cuatro años. Rachel, a los nueve. En un desarrollo normal, cuando ambos tienen 13, no se puede decir quién aprendió primero: los cinco años de diferencia no significan nada en absoluto. Pero en la escuela etiquetó a Rachel como «incapacitada para aprender» y también hizo perder velocidad a David. A cambio de un cheque de nómina, ajustó a David para que dependa de mí para decirle cuándo tiene que continuar y cuándo tiene que parar. No superará esa dependencia. Identificó a Rachel como mercancía de descuento, pasto de «educación especial». Estará para siempre atrapada en su sitio.

En 30 años de enseñar a chicos ricos y pobres casi nunca encontré un niño incapacitado para aprender. Tampoco encontré apenas alguna vez alguno dotado y con talento. Como todas las categorías escolares, estos son mitos sagrados, creados por la imaginación humana. Derivan de valores cuestionables que nunca examinamos porque conservan el templo de la escolarización. Ese es el secreto tras los tests de respuestas concisas, timbres, bloques uniformes de tiempo, clasificación por edades, estandarización y todo el resto de la religión escolar que castiga a nuestra nación. No existe una forma correcta de educación, hay tantas como huellas digitales. No necesitamos profesores certificados por el Estado para que haya educación: eso garantiza probablemente que no la habrá.

¿Cuánta evidencia más hace falta? Las buenas escuelas no necesitan más dinero o un año más largo. Necesitan elecciones reales de libre mercado, variedad dirigida a cada necesidad y que asuma riesgos. Tampoco necesitamos ni un curriculum nacional ni una evaluación nacional. Ambas iniciativas surgen de la ignorancia de cómo aprende la gente o de la indiferencia deliberada a ello. No puedo enseñar de esa manera más tiempo. Si sabe de algún trabajo donde no tenga que dañar críos para vivir, hágamelo saber. Para el próximo otoño estaré buscando trabajo.

3 comentarios:

  1. Menudo crack. Me gusta la diferencia que hace entre escolarización y educación. Su artículo me parece muy bueno, más aun xq. la crítica viene de dentro, por lo que entiendo que habla con conocimiento de causa, pero su propuesta de "homeschooling" me parece utópica y dificil de realizar.

    Por cierto ñañas, por lo que he leido en la wikipedia, este tio te quiere largar del curro.
    Deja de dañar niños para vivir.

    En cuanto a la educación Americana, tan tontos y alienados no deben estar cuando en casi todos los campos, tienen empresas punteras, la gente se pirra por conseguir un trabajo en ellas(Google, Facebook...) y sus empresas tienen una mentalidad mucho más abierta que las europeas.

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  2. Por tocar las narices al Mono. Quizá el modelo sea, creemos un 95% de culogordos consumistas, que el 5% listo ya saldrá a flote y con unos cuantos indios de la India inmigrantes ya harán el I+D...

    Es inevitable que una sociedad compleja se burocratice y homogeinice, la complejidad y la diversidad son muy difíciles de tratar.

    Son buenas estas llamadas de atención.

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  3. Estoy con el potro en que aquí el 95% de los americanos son culogordos. Quizá no físicamente, pero sí mentalmente. Sus patrones de comportamiento están calcados.

    Y entonces, ¿por qué tienen empresas tan buenas? Mono, no todo el mundo entra por el aro. En un país con más de 280 millones de habitantes, algunos seguramente se salven. Y todos los que se salvan son los que forman todas esas empresas chachis.

    Además, todas esas empresas punteras muchas veces están controladas o han nacido a partir de gente que ha abandonado sus estudios.

    Mono, te recomiendo que te leas, si no lo has hecho ya, la biografía de Steve Jobs. Te ayuda a comprender bastante cómo nacen todas esas empresas tecnológicas.

    Me estoy leyendo también ahora otro libro, buenísimo, para entender la evolución de las sociedades a lo largo de la historia. Y es que nos creemos muy originales, pero como humanos que somos, estamos repitiendo la historia una y otra vez. El libro es: Why the West rules - for now? (Ian Morris).

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