Nos acompañaban nuestros amigos Nacho y Raquel, y el objetivo era salir por la bocana del puerto de Miami, a unas 3 millas de nuestro muelle, y salir por primera vez a mar abierto hasta una barrera de corales y poder hacer algo de tubo (snorkel que le llaman por aquí).
El camino comenzó bien, y ya nos adentramos en el canal de los barcos grandes. Por ahí pueden pasar cruceros, cargueros de contenedores,... barcos tochos de verdad. De hecho, segun íbamos avanzando, veíamos unos y otros barcos, unas enormidades inmensas, qué miedo... ¿Y qué pasó?
Comenzaron las casualidades. Primero intentamos avanzar a vela, pero Marga y yo no hacíamos suficientemente rápido los cambios de dirección, y teníamos el viento de proa, así que era complicado. Seguimos a motor un rato, hasta que el motor se paró. Y a los pocos minutos, después de un par de maniobras fallidas... nos empezamos a acercar mucho a un muro... Oye, cambia la vela, cambia, ¡cambia! A babor, ¡¡¡que nos chocamos!!! Y sí, nos chocamos.
A nuestra izquierda teníamos un muelle bastante alto, con unas boyas del tamaño de mi salón (a mí me parecían así de grandes), y un agujero por debajo del muelle, que menos mal que la marea estaba alta, que si no ahí que nos metemos. A base de brazos intentamos frenar la hostia que nos dimos a 3 nudos de velocidad, pero nada... ¿Qué nos pasó?
Bueno, el barco no se hizo mucho daño. Nosotros tampoco, tranquilos. Lo mejor fue que desde arriba del muelle se empezaron a asomar los obreros, y cuando vieron que estábamos bien, mientras mascaban su almuerzo, se oían comentarios del pelo de "¿Por qué llevan un velero si no saben manejarlo?" o "Si es que se veía venir". De todo menos ayudar.
Terminamos remolcados por la barquita de pescadores más miserable que pasaba por allí (los únicos que se preocuparon un poco, ¡gracias!), volviendo a puerto sin poder ver los corales, y con Oscar cabizbajo porque, según él, que remolquen a un velero un día perfecto para navegar era vergonzoso.
Menos mal que nos resarcimos luego con una barbacoa bien amarraditos, y que vimos una iguana (otro bicho tachado de la lista) y vimos, aunque muy de refilón... ¡un manatí! Vimos los morritos y la cola de una pareja de manatís. Qué ilusión. Se han dado prisa, 10 meses... En fin, a ver si conseguimos la próxima vez salir al mar sin incidentes y vemos, por fin, manatís en condiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario