domingo, 25 de marzo de 2012

Ultra Miami

Hemos encontrado el motivo de que hubiera semejante fauna por Miami Beach el otro día. Ayer nos fuimos de velero con nuestro amigo Oscar. Y el viaje, como en la primera ocasión, estuvo lleno de aventuras.

La primera: llegar hasta casa de Oscar. Había algo de atasco. No sabíamos por qué. Luego Oscar nos dijo que había mucha gente en Miami porque estaba el ATP Masters Tennis de Miami y un festival, que debe ser el recopetín, el ULTRA, el motivo de toda la fauna que vimos.

Tuvimos nuestro particular ultra festival nada más soltar amarras del barco. Salimos del muelle, y cuando estamos en medio del río, a punto de pasar por un puente que nos tienen que abrir... se nos para el motor. Joder, qué pasa, qué pasa... Cuidado con el puente, que nos chocamos... el motor no arrancaba. Y tocó llamar a la grúa marina para que viniera a buscarnos. Menos mal que llegaron pronto y nos remolcaron la friolera de... ¡50 metros!

Ya fuera de peligro Oscar empezó a mirar qué había pasado en el motor. Y después de soltar algo que no debía se dio cuenta del problema: se había dejado la llave de paso de la gasolina cerrada, y al motor le había entrado aire. Después de más de 2 horas mirando manuales (Oscar, como buen ingeniero no toca nada si no se lo dice el manual), tocando en diferentes sitios, tomando lingotazos de gasolina para desatascar aquello y acordándonos de Uge y las motobombas de los campas, conseguimos purgar el motor y ponernos en marcha.



Ya en el mar nos llamó la atención el escenario del ULTRA. Música electrónica a todo trapo, muchas luces... pero la verdadera fiesta no la encontramos ahí. La encontramos en medio del mar. Descubrimos por qué Miami es el destino favorito de los farreros. La peña se echa al mar en sus yates, buscan un rincón donde amarrar los barcos juntos, echan el ancla, y la peña se va pasando de un barco a otro. Bebida, música a todo trapo, bailes sensuales, bañadores escasos, un baño en el mar, el atardecer... vamos, un fiestón en toda regla. Todo esto sin molestar a nadie. Y cuando anochece, en 15 minutos el barco está de vuelta en la ciudad, una ducha y a seguir.



A nosotros, por ir en velero, nos costó algo más de 15 minutos volver. Pero cuando llegamos pudimos disfrutar, por segunda vez en el día, de una barbacoa en el camarote del barco. Un nuevo Miami se ha abierto ante nuestros ojos.

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