miércoles, 18 de abril de 2012

El gañán y la tierra: El Gran Cañón

Y tan grande. Es una de las cosas que más nos ha impresionado en todos los viajes que llevamos hechos. Impresiona por su inmensidad. Me imagino que la gente hace 100 años al ver el mar reaccionaría de un modo similar. Simplemente no te entra en la cabeza que exista algo tan ENORME.

El Gran Cañón del Colorado recibe su nombre por el río Colorado que lo ha ido formando, pero la parte típica que se visita está en Arizona, no en Colorado. Hay varios sitios desde los que se puede ver el Cañón. Nosotros nos fuimos a la entrada Sur, la más famosa. Básicamente porque nos pillaba de paso hacia nuestro siguiente destino, y porque la entrada Norte en invierno está cerrada.

Al llegar al Parque te das cuenta de que su fama está bien extendidita por el mundo entero, porque aquello era una marabunta de coches y de gente por todas partes. Y eso que era marzo...en verano debe estar hasta la cencerreta de gañanes como nosotros. En fin, que entre risas vas buscando el cañón, sigues a la gente... hasta que aparece ante ti, y te quedas como chafado. Pero de lo pequeñito que te sientes ante aquella inmensidad.



El cañón tiene una media de 16 km de lado a lado, y el río, desde el borde, está a una altura de 1800 metros más o menos. De hecho, una de las razones de que impresione tantísimo es que los primeros 300 o 400 metros son así, como en plan caída libre. Para que os hagáis una idea de la inmensidad del tema, está por ahí el Sergio de experto escalador como a unos 200 metros de donde estábamos nosotros.



Como nos gustó la experiencia de subirnos a las rocas como cabras montesas (aunque a mí me daba un poco de respeto, he de decirlo), nos fuimos donde el Sergio se había metido. Y ahí, entre temerosos, sobrecogidos, breath-taken y overcoming (qué pasa, se nos olvida el español), nos pusimos a comer. Con el culo bien pegado a la roca, porque a 3 metros de ahí se abría un cortado muy simpático. Y mira que te avisan con carteles como éstos, pues nada, ahí siguen asomándose memos como nosotros. Pero lo mejor, es que algunas había que bajaban con sandalias de dedito.



Hay un montón de miradores en el Parque, todos conectados por un paseo (asfaltado, of course) que va por toda la orilla durante muchos muchos kilómetros. Un autobús gratuito hace el recorrido interno, hay sitios con catalejos... vamos, muy preparado para el turista. Eso sí, muy safe, con sus buenas vallas. (Que si no da mucho respeto)



En el Parque había todo tipo de personas. Nos hacían mucha gracia las japonesas/chinas/asiáticas. Siempre, invariablemente, se ponían en las fotos sonriendo o abriendo los brazos, dando saltitos. En fin, que me acordé del donde fueres haz lo que vieres, y ahí estoy.



Y aparte de toda la miríada turistil existía otro tipo que no llegamos a localizar, pero debía ser abundante: el machote. El machote es un ser que considera que en un día puede hacer los 21 km que hay hasta el río cuesta abajo y volver a subir. Son jóvenes, en buena forma, y suelen tener que ser rescatados. De lo que no se dan cuenta, claro, es que en el río el calor puede llegar a más de 30º y la subida no es igual que la bajada. Eran muy divertidos los letreritos que había por todas partes de ¡cuidado, no es una broma, esto le puede pasar a usted!



Así que recordad, visitad el Cañón y recorred alguno de los muchos senderos que hay. Pero no vayáis con una novia nueva a la que queráis impresionar, no sea que os dé por haceros los machotes y terminéis, como un buen pringado, rescatado por un guarda amigo del oso Yogui.

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