martes, 5 de junio de 2012

Corre, corre, que te pillo

Hay momentos en la vida de toda persona en la que te das cuenta de lo frágil que eres. No, no me estoy poniendo ñoño. Sólo vengo a hablaros de unos seres adorables: los osos.

Resulta que en Yellowstone (ya os hablaremos en detalle) vimos muchos bichos. ¡Muchos! Pero lo que más nos gustó fueron los osos. Encontramos un oso negro rebuscando comida. Cuando aparece un animal de estos, todos los coches empiezan a pararse en el arcén y la peña empieza a sacarle fotos.



Pero lo mejor fue ver a una osa grizzly con tres oseznos. A pesar de estar a 100 metros fue una pasada. Pasada porque pasamos de los gruñiditos cariñosos de los americanos, a los gritos de pavor. ¿Por qué? Pues porque justo cuando la osa pasaba delante de nuestras narices, aparecieron unos turistas en el camino de atrás, que no habían visto a la osa. Y en cuanto la osa les vio, echó a correr hacia un lado y los turistas hacia el otro. Hasta aquí bien.



El problema, y el acojone, vino cuando la osa debió dejar a los cachorros a salvo, y entonces salió como una flecha a por los turistas. Qué velocidad llevaba. La gente ya gritando para ver si asustábamos a la osa, los niños medio llorando... había tensión, y mucha. De hecho, la gente gritaba: RUN!! RUN!! RUN!! Cuando lo último que hay que hacer con un oso es correr.

Al final la osa se dio media vuelta, pero el susto se nos quedó a todos. Tanto que a los pocos días, en Grand Teton, otro Parque Nacional, quisimos hacer una marchita al borde de un lago, y viendo que el bosque era cerrado nos entró el canguele y preferimos la opción más turística: barco y camino corto.

Y eso que teníamos una herramienta básica en la lucha contra osos: la campana anti-osos. Sí, existe esta memez que nos compramos. Y que luego resulta que no valía de nada.


Lo que sí debía darte más posibilidades de sobrevivir era el spray anti-osos. Un spray de $50, de ¿gas-pimienta? Genial, un arma en toda regla. No nos atrevimos a comprarlo porque era muy caro y no sabíamos usarlo.



De todas formas, estos americanos son unos exagerados, y fijo que con ir hablando tranquilamente por el campo los osos te huelen y te oyen, y no se acercan. O si se acercan lo más probable es que no te ataquen. Pero por una vez, sobre todo después de ser testigos de un ataque, les dimos la razón a los americanos y optamos por la mejor opción: no caminar solos por el "bear country".

A medida que conocemos a los americanos, los Simpsons nos parecen un reflejo más perfecto de este país. Durante algunos años, algunos americanos lucharon porque los Parques Nacionales fueran un lugar seguro para los americanos. Eso, por supuesto, implicaba montar una oso-patrulla y sacar a los osos de estos santuarios. Menos mal que la cordura se impuso. Y optaron por seguir caminando por territorio de osos, con un buen spray antiosos en la mochila.

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