martes, 17 de enero de 2012

Muchachada around the world. Hoy... Nashville

Nashville comparte grandes rasgos con otra ciudad de la que os hablaremos, Memphis. Las dos están en Tennessee, están genial para grandes fans de la música, tienen una calle llena hasta los topes mientras en la calle de al lado hay una bolsa de plástico rodando, y... son una trampa mortal para el bolsillo de los turistas.

Al tema. Nashville está cerca de los Apalaches, montañas pobladas por gañanes desdentados hasta hace nada. Por tanto, es la tierra de las oportunidades para toda la muchachada "hillbilly" que quería algo mejor que vivir en una cabaña de madera y matar osos a puñetazos.

Aparte del museo del country del que ya os hablamos, tienen por toda la ciudad un montón de garitos donde ponen música en directo. Bueno, vamos a ser sinceros: quien dice toda la ciudad dice la calle principal, que te recorres arriba y abajo y tan contento.

De hecho, nosotros llegamos a Nashville agotados y, después de visitarnos el susodicho Museo, nos dimos una vuelta por la calle principal. Nuestras opciones fueron evolucionando a la par que nuestro cansancio.



La primera opción era acudir al Grand Ole Opry, teatro mítico donde tocan todos los que algún día quieren ser estrellas del country. Llegamos:

- Estoo, hola señorita, ¿le quedan entradas? (observe nuestra cara de turista pardillo y proceda a la clavada por favor)
- Sí, son 100 dólares por cabeza.
- Mmmm, yaaa. ¿Y no tienen algo más económico?
- Sí, 55 dólares por cabeza.
- Claro, baratísimo. ¿Y lo más barato?
- 35 dólares, pero sepan que estarán separados y los dos detrás de una columna.
- Ah, bueno, pues para ver a los "chicos del fango" o "super country man" pagamos eso y mucho más.

Pasamos a la segunda opción: pasear y saborear el genuino ambiente sureño. Paseando nos encontramos con una auténtica marea humana. ¿Y toda esta gente, a dónde va? Acudían a degustar su ración de americanismo más puro: iban al Hockey sobre hielo. Jugaban los Predators contra los Blues.

Y descubrimos otra de las delicias de América: aquí la reventa es legal. Es muy fácil. Te acercas en día de partido, y tienes a un montón de muchachos, principalmente morenos, que parecen sacados de una secta budista, porque sólo repiten el mismo mantra a toda velocidad: "Tickets, tickets, tickets, hey guys, tickets, tickets". Te acercas a uno de ellos. Busca al que tiene los piños de oro, es el que mejor precio te va a hacer. Y toca regatear. En función del acento que tengas, de si lleves gorra o no, de la cara de pardillo que te vea y de cuánto quede para empezar el partido, la clavada va a variar.

Preguntando en las taquillas nos dijeron que lo más barato que existía, y ya no tenían, era 20 dólares por cabeza en el culo del estadio. Así que intentamos sacarle ese precio a los reventas quienes, muy amablemente, nos mandaron a paseo. Y eso fue lo que hicimos, seguir con nuestro paseo e incluir una tercera opción: irnos de tiendas.



Después de probarnos varios sombreros de cowboy y comprar la mejor selección de música paleta, llegamos a nuestra cuarta opción: cenar y tomarnos una birra en un garito. Mmmm, ¿en cuál entramos? Vaya, la carta parece un poco cara, no séee... ¿ese que toca seguro que es bueno?... a lo mejor es mucha pasta...

Finalmente triunfó la quinta opción: volvernos a nuestro motel de carretera, llamar a una pizzería a la que no pudimos entender lo que nos decían, para terminar cabreados comiendo una mierda de hamburguesa "al estilo sureño" en el McDonalds de enfrente. Lo del estilo sureño debe ser por lo pobre de la zona porque la mía era una triste hamburguesa con dos panes enanos, una caca con forma de carne y dos (2, los conté) pepinillos.



Sacamos dos conclusiones: la ciudad mola, es recomendable; y, vale, somos unos rancios, pero no podíamos competir con los cowboys que iban de punta en blanco, se compraban un sombrero, cenaban en un megarestaurante, iban al hockey y terminaban la velada disfrutando música en directo. A costras no nos gana nadie.

lunes, 16 de enero de 2012

Marinero de luces

...con alma de fuego y espalda morena, se quedó tu velero perdido en los mares, varado en la arena. Este sábado pudimos hacer homenaje a La Pantoja siguiendo casi al pie de la letra su canción. ¿Qué? Comencemos por el principio.

Nuestro amigo Oscar, valenciano de pro y residente en Miami, se echó hace unos meses la manta a la cabeza y se compró un velero. Y, claro, había que estrenarlo dignamente. Tras varias travesías de prueba nos invitó a ir en el barco a explorar los Mares del Sur. Y allá que nos fuimos el sábado el capitán (Oscar), la fotógrafa (Marga) y el grumete (servidor).



La idea era sencilla: cruzar la Bahía (zona poco profunda), llegar hasta el Cayo Boca Chita, amarrar en puerto, hacer noche (barbacoa incluida) y pasar el fin de semana en una isla paradisíaca. Planazo.

Salimos a navegar y enseguida me pasó los mandos del barco mientras él extendía las velas. Ya lié una de las mías: intentando hacerme el guay conduciendo, aquello era de un sensible que ni el Mario Kart, y casi tiro al capitán por la borda.

En fin, transcurrió la cosa sin más incidentes. Avanzábamos tranquilitos disfrutando de un buen día para navegar a vela. Había otros muchos barcos pero, curiosamente, pocos veleros. Casi todo eran yates de recreo.

Después de 4 horas navegando ya llegamos a la isla. Entramos al puerto y... a ver si lo adivináis. ¿Cómo estaba el puerto? Lleno de... ¡gañanes hasta la cencerreta! Para variar, la cosa estaba petadísima de peña que, casualmente, habían llegado mucho antes en sus motoras y ya estaban papeando. No había ni un sitio. Preguntamos a un viejales de un catamarán a ver si podíamos amarrar a su lado y su respuesta, digna de entrar en el libro de las excusas de los scouts, fue: "tengo a 2 niños pequeños durmiendo." ¿? Cachondo el tío...



En fin, que Oscar decidió que lo mejor era intentar volver, y allá que nos fuimos. Y ahí comenzó la verdadera aventura. Sin pisar tierra firme nos dimos la vuelta y, claro, el viento de popa que tan a gustito nos había llevado, ahora lo teníamos en contra. Para los que no sepan de vela (yo no sabía nada hasta hace dos días), cuando vas con el viento en contra no puedes navegar en línea recta, tienes que ir haciendo zigzag. Y eso supone mucho más tiempo.

Empezamos a notar el viento en la cara, y qué frío. Encima de volver haciendo eses teníamos que volver más despacio. El barco parecía que no se movía y el paisaje tampoco.

La mejor escena tuvo lugar cuando, intentando acercarnos al faro de Key Biscayne, ya atardeciendo, vemos que hay zonas donde el agua tiene otro color. Qué curioso... Y comentándolo, Oscar se fija en el sónar y de los 8 pies (1 pie=30 cm), 8 8 8 de profundidad pasa a dar 8 5 3 1 4 1 2. ¡¡¡CORALES!!! ¡MEDIA VUELTA YA! A toda leche dimos la vuelta al barco, aquello parecía la acción evasiva de Star Wars.



En el GPS ajustamos el zoom para ver las profundidades: hemos entrado por un canal (pura chiripa) a una zona plagada de corales (preciosos en los documentales, pero te pueden hundir el barco como te choques con ellos). Bien, genial, hay que volver atrás y rezar para no salirnos del caminito. Oscar me mandó a proa a ver si había algún coral mientras él conducía con precisión de cirujano. Menudo acojone. En ese momento estaba agarrado como un koala a la proa, pensando que si chocábamos, por la inercia, caería al agua. La idea de morir aplastado por el barco y desgarrado por los corales entre grandes alaridos de dolor no me hacía mucha gracia. Realmente no era para tanto, vale, pero en ese momento sí que acojona el tema.

En fin, que ya salimos del peligro y pudimos seguir. El atardecer y anochecer preciosos, Miami desde el mar una pasada... pero el frío lo tuvimos metido en el cuerpo hasta el día siguiente. La ida, 4 horitas de buen tiempo y risas. La vuelta, casi 8 horas en las que pasamos del cabreo al frío, luego al acojone, después a la admiración por los paisajes y por último, al agotamiento físico y mental.



Así que, volviendo al comienzo de la entrada, fuimos unos marineros de luces (menudas luces no contar con plan B), con alma de fuego y espalda morena (algo nos quemamos), se quedó tu velero perdido en los mares (perdido perdido no, pero largo se hizo un rato), varado en la arena (casi en los corales).

La próxima volveremos mejor preparados y podremos completar la aventura de dormir en el velero en una playa paradisíaca.

P.D: Si alguno se pregunta por qué conozco yo las canciones de La Pantoja,... los largos viajes a la playa de mi infancia estuvieron amenizados por casettes de La Pantoja, María del Monte, María Dolores Pradera y Julio Iglesias. Viva la canción española.

jueves, 12 de enero de 2012

Easy Rider

Bueno, comenzamos por el principio de las vacatas que nos hemos pegado. El viernes 16 salimos zumbando a hacer nuestro primer Road Trip. Menudo viaje, genial. Pudimos conocer en directo todos los topicazos de las pelis.

1) Áreas de servicio

Este país es el país de los viajes por carretera. Muchísimos americanos se pegan unas palizas del carajo para ir de una punta a otra, porque quieren y pueden. Así, es normal escuchar a gente decir: "No Johnny, tengo que ir a dormir. Mañana tengo un viaje de 18 horas" ¿Perdón? ¿18 horas al volante? Pues sí. Es sencillo. Arrancas y conduces. ¿Tienes hambre? Paras y comes. ¿Sueño? Paras y duermes. ¿Otras necesidades? Pues lo mismo.

Cada 15-20 km. en las carreteras concurridas hay áreas de servicio, que reúnen todito. En la carretera ya te ponen señales de comida, gasolineras y alojamiento. Y además te especifican qué te vas a encontrar: McDonalds, Wendy's, KFC, Holiday Inn, y un largo etcétera.

De hecho, en nuestra absoluta pardillez nos encontramos reservando las habitaciones por Internet, para llegar y descubrir que aquí no te quedas sin plazas, que hay de sobra. Que lo mejor (salvo que estés en grandes ciudades) es llegar y pillar una habitación directamente. Sale más barato.

Eso sí, de los "desayunos" es mejor no esperarse gran cosa. Ahí va un ejemplo del "desayuno continental" que te ofrecen.



2) Cafeterías

Había muchas, pero todas de cadenas comerciales. Tuvimos ocasión de parar a cenar en una de Alabama. Rodeados de nuestros amigos las bolas humanas (niños bola incluídos) pudimos degustar una de las cenas más grasientas a la par que suculentas de nuestra vida. Como ejemplo: te daban cacahuetes gratis que podías tirar al suelo y barra libre de pan con mantequilla (pulverizado con mantequilla por encima Y mantequilla para untar). El café sí era gratis. Otro mito más que hemos comprobado.

3) Casas gañanas llenas de trastos oxidados alrededor

Como esas que salen en la MTV donde unos gañanes hacen un tractor a partir de chatarra. Y los molinos de viento de estos rancios. Fijo que si te acercabas a la casa un viejo te esperaba en el porche con una escopeta: "Fuera de mi propiedad"



4) Tiendas bizarras

Y hablando de escopetas... nos sorprendió la cantidad de tiendas que tienen en la carretera. Dos ejemplos: nos cruzamos con la tienda de fuegos artificiales "más grande del Sur de EEUU". Nos quedamos con las ganas de parar. Pero donde ya no pudimos resistir la tentación fue cuando nos encontramos con este anuncio en la carretera (también lo tenemos en negro):



La tienda debe ser famosa en todo el Sur, la favorita de los gañanes. Paramos ahí. Menudo percal. No sacamos fotos porque daba miedete, pero pude calibrar el reparto de pesos de los rifles de francotiradores y el tacto de las ametralladoras de trípode. Un simpático tendero me dijo que si quería me podía enseñar más a fondo las pipas. Repasamos la sección de ropa de camuflaje y los chalecos antibalas. Brutal.

5) Medios de locomoción

La primera vez que los ves, flipas. Nos estamos refiriendo a los camionacos con el morro fuera, típicos aquí. Pero lo que más te sorprende son las autocaravanas que se llevan, auténticos autobuses. Son tan grandes que no es el coche el que la remolca, sino que el coche va detrás.





6) Dejavús

Aquí todo es tan grande que piensas que ya has estado ahí antes. Menos mal que los carteles te aclaran las cosas. Eso sí, ojito con saber si estás en el Estado correcto. Aquí los nombres de los pueblos se repiten en cada Estado. Por eso cuando hablas de una ciudad tienes que dar siempre el Estado. Por ejemplo, hay 8 Miami en EEUU. Ahí van dos conocidos lugares simpsonianos:



En definitiva, que si venís por estas tierras no podéis dejar de haceros un mini road-trip, para poder degustar el sabor de la auténtica América. Os dejamos con el comienzo de Easy Rider para iros abriendo el apetito:

miércoles, 11 de enero de 2012

Buscando fantasmas

El día que me dijeron: ¡estás contratado! pensé... joder, cómo mola, Miami. Esto... ¿y qué narices hay ahí? Después de una breve búsqueda averigüé que había cubanos exiliados, cocodrilos y manatís. Y me dije: bueno, pues vamos a buscarlos.

Los primeros fueron fáciles de encontrar. A los segundos los vi en los Everglades, los pantanos de la Florida. Y los terceros... pues es como buscar gamusinos. Todos dicen: sí, claro que hay, están ahí, si se ven muchos... tú mira en el río. Pues yo por más que miro no los veo. Esto me recuerda a las llaves del Street Fighter, que a todo el mundo le salían todos los ayuken a la primera, menos a mí. Ahora que los veo entiendo por qué: soy muy torpe con mis garras.



Bueno, sí puedo decir que vi uno hace unos días. Cuando la casa la teníamos más llena que Downton Abbey, estas Navidades, fuimos a visitar Miami. Y yendo en el Metromover, un minitren automático que parece el tren de la bruja, vimos en el río algo... una forma conocida: ¡un manatí!

Y tan contentos que estábamos. Hasta que un lugareño, viendo nuestra alegría de paleto de pueblo nos casca: "It's dead". Mal, ¡mal! ¡Por qué tiene que decirnos que estaba muerto si estábamos tan ilusionados! Es cierto que era como Piticli, el pájaro de Enjuto, que no se movía mucho. Y que estaba boca arriba. Pero después de ver los cientos de carteles que hay por Miami como éste, no ser capaz de ver un manatí... se te queda la cara un poco de memo mientras piensas: ¿Soy el único imbécil que no ha visto un manatí en Miami?



En fin, que aún me falta algo para poder decir con orgullo que soy un Miamiense de pro. Primero, saber cómo narices es el gentilicio del lugar. Y segundo, ver un manatí. Y cuando lo vea, voy a salir al mundo entero y voy a gritar que tengo cosas que decir. Por fin podré cantar, alto y claro, que ser Miamés da muchísimo gustico, ser miamés, ¡ay qué rico chico!



Va, otro día os contamos algo de lo que sí hemos visto. Son muchas cosas, a ver si las vamos ordenando.

martes, 10 de enero de 2012

Muchachada around the world. Hoy... Orlando

Bueno, más bien, parques temáticos de Orlando. Ya que ayer terminamos de contaros la aventura del viaje a Orlando, y ante la insistencia de nuestros fans por saber qué hicimos allí, vamos a contaros las flipadas que vimos.

Si tuviera que resumir Orlando en una palabra, sería... ¿fantasía, ocio, diversión, parques, temáticos? No, la palabra que mejor lo define es, sin duda, dinero. Muuucho dinero. Aquello es una máquina brutal de hacer dinero. Desde el momento en que te encuentras a 15km de allí todo empieza a cambiar. Ya no ves las cosas típicas de todas las ciudades. Sólo ves las afueras de un parque temático. Casas, hoteles, restaurantes, negocios. TODO está orientado a los parques temáticos. Todo hecho para que el personal llegue, se divierta, suelte MUCHA pasta, y se largue (dándole las gracias por venir, claro).

El primer día visitamos al gran clásico: Walt Disney World. Esto tiene 5 parques que reciben una media de 150.000 visitantes diarios. Fuimos a Magic Kingdom, el del castillo de La Bella Durmiente, todo un mundo de cartón piedra donde nos recibieron (previo pago de $90) Mickey, Donald y Goofy. A Pluto le debieron castigar porque no le vimos. En el parque había más gente que en la guerra. Y eso que era viernes laboral, día de colegio. Daba igual. De gañanes hasta la cencerreta.

Eso sí, te lo pasabas genial viendo las memeces que hacían los personajes. Tenían todo ensayadísimo, hasta las miradas de complicidad de las princesas con sus príncipes. Un curro de la leche para que los críos se crean lo de "cree en tus sueños" y los padres se crean el eslogan de "que comiencen tus recuerdos". Y, en definitiva, gasten, gasten, gasten. Y cómo. Vimos gente que llevaba más de $500 en regalos de todo tipo.



Había tiendas a patadas, con orejas de Mickey a $19.95+tax y otras muchas chorradas inimaginables. Eso sí, algunas películas Disney ni las vimos. ¿Ejemplos? El Rey León. Nadita.

Para los que les gusten los detalles del parque les dejamos esta página, un poco asco visualmente pero que te explica hasta el último moco y responde a preguntas como la clásica "¿cómo aparece Mickey por el castillo?¿vive ahí?".

Tienen que acabar locos de remate con tanta memez que hacen. Hasta te despedían con una sonrisa cuando te montabas en la montaña rusa y te aplaudían al volver. No nos extraña que Disney acabara harto y en vez de cerrar, y todos a la calle, fingiera su propia muerte. En definitiva, mucho espectáculo, mucha carroza, y pocas atracciones.

De recuerdo nos compramos un Mickey, made in Vietnam. Pensamos que lo hizo un niño vietnamita. Que cree en la magia de Disney, claro.

El segundo día nos fuimos a Universal Islands of Adventure. Un parque mucho más moderno, menos ñoño, y bastante más divertido. Por no hablar de unas atracciones muy majas, con tiempos de espera de 10-30 minutos, frente a la 1h-1h30 de Disney. Se ve que Universal ha aprendido mucho de Disney, porque tenían TODO ambientado. Hasta las tiendas vendían sólo cosas relacionadas con el área en la que estabas. Impresionante.

Lo que más nos gustó, sin duda, la zona de Harry Potter. Flipante. Te meten en el pueblo y tienes todas las tienditas. El castillo es una pasada. Nuestra amiga Gema, gran fan del mago, flipaba. Nosotros también. En fin, una gozada para cualquiera que haya visto las pelis.



También nos acordamos de Nico en las tiendacas donde sólo tenían artículos de Spiderman. También las había de otros superhéroes. Una barbaridad.



La genialidad del parque era que a las 8 te largaban de ahí, pero te metían en la zona aledaña que cerraba a las 2 de la mañana. Y estaba plagada de restaurantes, tiendas, cines... toda una fiesta que la muchachada orlandiana había adoptado como zona de farra, y ahí llegaban a las 8 de la tarde a dejarse sus dolarazos.

En resumen, toda una experiencia que no olvidaremos en mucho tiempo. Básicamente por el coche y el pastizal que nos dejamos en el parque. Bueno, y porque los parques molaban. Aun así somos más de ciudad y museos que de parques de atracciones. Tardaremos en volver.

lunes, 9 de enero de 2012

Está bueno este carrito II, el videojuego

Noche cerrada en un motel de carretera. ¿Dónde? Ni puta idea, sinceramente. Tuvimos que mirar en google dónde estábamos. Después de un viaje que se nos hizo eterno, pensábamos que estaríamos ya cerca de nuestro destino. Pues no, ni un poquito. Habíamos hecho sólo un tercio del camino. Y ahí estábamos, agotados pensando si el coche nos aguantaría hasta Orlando.

La buena noticia era que si el coche se paraba veríamos el arcén para detenernos. Ah, y que los PepBoys nos habían dado un descuento para una grúa. Desde luego da mucha confianza que el mecánico te arregle el coche, y de regalo, te dé un vale descuento para una grúa.

Por la mañana salimos y a los pocos kilómetros vuelve la fiesta. El piloto de la batería se apaga. ¡Funciona, funciona! Quince segundos después vuelve a encenderse. Se ha jodido de nuevo. Así varias veces.

Cuando ya nos hemos acostumbrado, el carrito decide darnos por el saco nuevamente y se enciende otro piloto: el del tapón de la gasolina. La animada conversación es sustituida por un silencio hiriente.

Lo siguiente: una niebla en la carretera del carajo. Joder, aquello parecía el Super Mario Bros, con una pantalla nueva cada 10 kilómetros. ¿Cuál sería el malo final?

En fin, llegamos ya a Orlando con el culo bien apretao y decidimos que yo llevaría el coche a reparar antes de irme a Disney. La suerte hizo que hubiera otro PepBoys sólo a 2 km. del hotel, buena distancia para volver andando en la siguiente pantalla del videojuego. El coche no me lo podían mirar hasta por la tarde, y ahí se quedó a dormir. A las 3:30, llamada que no me da tiempo a coger. Mensaje en el buzón: "Mr, your car is ready. It's 330". Otra vez el acojone. Ese 330 ¿qué quiere decir? ¿Que son las tres y media? ¿Que nos van a clavar otros 300 napos?

Sábado. 7:00AM. Estoy en el taller para recoger mi carrito que está ready y salir disparados a hacer cola los primeros en la Universal. Arranco el coche y se vuelven a encender todos los pilotos del día anterior. Esto... ¿no estaba arreglado? ¡El malo final me había puesto un señuelo! Un mecánico-secuaz más tonto que un perro listo me miraba con cara de póker: "ayer había un cable suelto y lo apretamos". Mmm, una reparación inteligente. "Lo tendremos que mirar de nuevo si lo deja". Mi indecisión sobre qué hacer terminó cuando lo arranqué nuevamente y... se murió.

En fin, otro día más tenía que estar el coche parado. Y en esta ocasión surge otro inconveniente. Al día siguiente por la tarde había que estar en el aeropuerto de Miami, sí o sí. ¿Solución? El comodín de la llamada: alquilar un coche para por si acaso.



Como no queríamos dejarnos otro pastizal, elegimos una compañía que te promete las tarifas más baratas. Joder, cojonudo, sólo 30 dólares el día, por 2: ¡60!. Qué gran error. América es el país donde hay que comprobar los precios 2 veces. Resulta que los $60 eran sólo el alquiler. Los seguros costaban otro riñón. Y la broma se nos puso en $150. Ciertamente las tarifas más baratas, no el precio más barato.



Esa tarde (se dieron prisa), después de haber barajado las mil perrerías que nos podían pasar me llaman. Redoble de tambores. Suena el veredicto: "Está bueno este carrito. Hemos cambiado el alternador, que se lo habían puesto defectuoso. ¿Se lo dejamos en algún sitio?" Uy, qué amables pienso. "Sí, en mi hotel". "No, no, ahí no podemos. Pero podemos dejárselo con la puerta abierta y las llaves escondidas para que venga a recogerlo." Esto...

En fin, que el domingo recogimos el coche, y no dio ningún problemita hasta casa. ¡Vencimos al malo final! Bueno, pasarse el juego con la tercera vida, esto...alternador no está nada mal para un finde. Saco algunas lecciones de este finde:
- cuanta más prisa tengas por llegar a los sitios, peor.
- los mecánicos también se equivocan.
- y... los videojuegos son tus amigos: cualquier cosa la puedes conventir en videojuegos, hasta conducir un coche tullido. Toma videojuegos a cholón, a almorzas, eso sí, bajo la supervisión de tu encargado de gimnasio.

domingo, 8 de enero de 2012

Está bueno este carrito

Ya estamos de vuelta con todos vosotros. ¡Habéis tardado mucho! Sí, bueno, han sido dos semanas de ausencia. Pero menudas dos semanas, llenas de aventuracas y chorradas como pianos. Os van a sorprender. Vamos a empezar con una buena, la que nos ha pasado este fin de semana.

La idea era sencilla: aumentar los beneficios de Disney y la Universal. Traducción: corrernos unas juergas en los parques temáticos de Orlando. Saldríamos el jueves 5 por la tarde y el viernes y sábado serían días de desenfreno, para volver tranquilos el domingo. Menudo plan, menos aburrimiento hemos tenido de todo, pero no precisamente por los parques.

El día 5, salimos tan contentos, con nuestro carrito, que está bueno según nuestro cubano amigo Tony el mecánico. Venían también nuestras amigas Gema y Laura, que nos han estado visitando estos días. Marga va al volante y yo de copiloto. Los ánimos están exaltados y la gasolina algo baja. Empieza la fiesta.

- Oye, me ha saltado una luz, alguien no lleva el cinturón.
- Mmm.
- Ah, no, que es el airbag.
- Mmm.
- Ah, no, que es la gasolina.
- Esto...
- ¡Argh! ¡Ya no funciona ninguna aguja!

Sí. Nuestro coche había decidido tomarse unas vacaciones. Bueno, el cuadro de luces. Y, claro, comienza el acojone. ¿Qué hacemos? A ver si es la gasolina, qué pasa...

Todo esto atardeciendo ya. Decidimos salir en la siguiente salida y es entonces cuando al motor le da el subidón, y se nos hace el machote poniéndose a 5000 revoluciones. Acojone in crescendo. ¿Qué pasa? Voy a parar. ¡Prueba a frenar primero! ¡Vamos a palmar! Para aquí. No, aquí no te pares, que no volvemos a arrancar. Todo esto con un megatodoterreno comiéndonos el culo. Al final paramos, y después de comprobar que todo parecía que iba bien, decidimos buscar ayuda antes de que anocheciera.

Después de preguntar en una gasolinera nos enteramos de que hay un taller digno como a 5 millas de ahí. Buscando encontramos otro taller rancio en medio de la carretera. ¡Voy a parar aquí, que se hace de noche! Error. Nos atiende Cletus.




- Necesitamos ayuda, nuestro coche está haciendo cosas raras.
- Ufff... ya es muy tarde. Hasta mañana no voy a poder mirar nada. (rascándose la entrepierna)
- ¿Qué puede ser, nos ha pasado esto y lo otro?
- Ufff, no lo sé. ¡Pueden ser tantas cosas! (sonrisa desdentada)

Después de la confianza que nos transmitía, probamos a seguir buscando el taller fantasma, cuando... empieza a encenderse el piloto de batería. Buuuffff... Al final, en a tomar por culo descubrimos el taller: los fabulosos Pep Boys, taller famoso (¡los Simpsons ya los conocían!).



Y los reales...



Después de explicarles lo que nos pasa nos dice el tipo: eso va a ser el alternador. Mueve el coche aquí. Arranco y... muerto. En fin, tres horas y 500 dolarazos después nos devuelven el carrito con un nuevo alternador y el problema solucionado.

A las 10 de la noche, de nuevo en la carretera y tan contentos ponemos al gran Elvis en la radio para celebrarlo y... se vuelve a encender el piloto de batería. Acojone mayúsculo: En una carretera que no conocemos, de noche, con iluminación nula, cansados, y a 3 horas aún de nuestro destino... no teníamos muchas opciones. Nos paramos en un motel de carretera ante el peligro de quedarnos sin luces. ¡Un motel! ¡Para aquí! Esto es muy caro. ¡Da igual!

El caso es que queríamos ahorrar un poco y por eso viajamos en nuestro carrito. Ahí va la factura: reparación del alternador - $500; motel de carretera - $130; el acojone de matarnos - no tiene precio.

Ahí no se acabaron nuestras sorpresas. Pero eso os lo contaremos mañana, que estamos agotadísimos.